3 de setembro de 2007

Presentación del VI Congreso de la AMP - Belo Horizonte | julio de 2007


Presentación del VI Congreso de la AMP


El brillo del objeto
Diana Wolodarsky

En abril de este año, los que hoy nos encontramos nuevamente reunidos en esta mesa, tuvimos la posibilidad de presentar el trabajo del Comité de Acción por primera vez en la sede de la Biblioteca Nacional en Bs. As.
En esa oportunidad, titulé a mi intervención:" Algunos trazos alrededor del objeto a".
A partir d ese momento invité a dos colaboradoras, Silvia Salman y Florencia Dassen y diagramamos un dispositivo de presentación e interlocución sobre temas del diccionario Scilicet.
La respuesta ha sido muy positiva y gran cantidad de colegas aportan su presencia en las noches, animando el debate y exponiendo su experiencia sobre el tema. Las reseñas y algunos trabajos resultantes están en la Web, y otros forman parte de los Papers.
Hoy, en el marco de este Encuentro Americano, el Comité de Accion se reune por segunda vez. Y, como todo efecto retroactivo que hace honor a la enseñanza de Lacan, quisiera retomar algo respecto de aquella primera.
Eric Laurent dio una conferencia esa mañana, en la que resaltó el par: psicoanálisis-civilización. El psicoanálisis y su partenaire actual, la civilización poblada de una cantidad, en aumento, de objetos sustitutos del cuerpo y las respuestas posibles que puede dar el psicoanálisis.
Me parece interesante para marcar la diferencia esencial entre las respuestas del psicoanálisis lacaniano y otras terapéuticas actuales, que no están, justamente, orientadas por el objeto a, tal como podemos hallarlos en nuestra experiencia analítica. En esa ocasión, Laurent, retomaba mi intervención sobre una leyenda de Italo Calvino, que dio lugar a un Paper 2.
La resumiré para aquellos que no la leyeron, ya que es sobre esto que quiero continuar con mi intervención de hoy.
Es una vieja leyenda que Italo Calvino toma en sus ‘Seis propuestas para el próximo milenio’, y que retomo para ubicar las distintas formas del objeto, como este causa al sujeto y determina las acciones de su vida.
Calvino cuenta que el emperador Carlomagno se había enamorado, siendo ya viejo, de una muchacha. Los nobles de la corte estaban muy preocupados porque, poseído de ardor amoroso y olvidado de la dignidad real, descuidaba los asuntos del Imperio. La muerte repentina de la muchacha produjo gran alivio entre los miembros de la corte, ya que suponían terminar con la causa de la distracción del emperador. Pero, el alivio duro poco. El Emperador, que había hecho llevar a su aposento el cadáver embalsamado, no quería separarse de él. El arzobispo Turpin, asustado de esta macabra pasión, sospechó un encantamiento y examino el cadáver. Encontró, escondido bajo a lengua muerta, un anillo con una piedra preciosa. No bien el anillo estuvo en manos de Turpin, Carlomagno se apresuró a sepultarla y volcó su amor en la persona del arzobispo. Avergonzado de tal situación, Turpin arrojó el anillo al lago de Constanza. Carlomagno se enamoró del lago y no quiso alejarse nunca más de sus orillas.
Calvino comenta el carácter peculiar de este objeto: ‘la carrera del deseo hacia un objeto que no existe, una ausencia, una carencia, simbolizada por el círculo vacío del anillo’.
Eric Laurent, comentó al respecto que el emperador prefería el vacío del anillo, recuerdo de su unión, y la adoración del cuerpo embalsamado de la amada a todas las satisfacciones posibles. Decía que, en este anillo, están presentes el amor de la castración y el fetiche que cubre la ausencia borde de esta castración.
Y Eric dejo picando algunas preguntas, y una invitación a la que no me pude resistir.
Las preguntas: ¿que hacia Carlomagno no alejándose nunca de las orillas del río, mientras que su cuerpo no podía cesar de escapársele todo el tiempo? ¿Como hacia Carlomagno para soportar esto?
Y la invitación fue…que habría otro cuento por escribir y que podría ser parte de un concurso para nuestro VI Congreso.
Aunque no escribí otro cuento, imaginé a Carlomagno a orillas del río, y traté de hallar alguna interpretación para su goce.
Porque de eso se trata: de qué goza Carlomagno a orillas del río si su amada ya no está viva. O mejor dicho, qué es lo vivo que lo ata a Carlomagno al lago de Constanza, donde se halla el signo del cuerpo de su amada.
¿O acaso el cuerpo del emperador está tan muerto como el de su amada?
No podemos dejar de lado la clave del asunto, como pasaba en La carta Robada, la clave esta ante nosotros. La mirada que el emperador no puede sacar del anillo, del brillo de esa piedra preciosa que lo mira.
Hay una referencia clínica que Lacan hace a la teoría del falo, y que preside su primera elaboración: es la pareja fobia y fetiche.
El anillo del cual Carlomagno no puede y no quiere separarse. Ese objeto agalmático que tiene con su brillo, la magia de velar la falta en ser de su amada, la castración, esencialmente, la castración de la mujer.
Velar la falta, ubicar el velo donde no hay. Cubrir el horror que causa. Amar ese anillo como se puede amar un lunar en el borde de unos labios que abren el camino al deseo de un hombre.
Y digo un hombre, porque Miller, retomando a Lacan en el Hueso de un Análisis, ubica al fetichismo como un modelo de goce propio al hombre, como la erotomanía a la mujer.
¿Qué pasa con el cuerpo? El cuerpo, que es introducido como falo, es decir, partes que deberían ser mortificadas por el significante, haciendo que aquel pase a un lugar segundo: el cuerpo mortificado por el significante, negativizado (-fi), nos dice Lacan, en un primer momento de su enseñanza. Para llevarnos después a un cambio de perspectiva, hacia el final, en el que el significante es causa de goce.
Sin embargo, se nos advierte que hay zonas que no son efectivamente mortificadas. Quedan exceptuadas, y es lo que se escribe con la letra Fi mayúscula, símbolo falico que no ha sido negativizado por el significante.
Finalmente, el cuerpo entra en la enseñanza de Lacan como objeto pequeño a. Estas partes, no marcadas por el significante, exceptuadas de mortificación son los llamados objetos a.
¿Qué hacia entonces Carlomagno, con su cuerpo en fuga y ese anillo?
Entendemos que la pareja se funda en su relación a nivel del goce. No hay relación sexual, quiere decir, que el parletre como ser sexuado no hace pareja a nivel del significante, sino a nivel del goce, en tanto el significante es goce.
Nos dice JAM: "el goce se produce en el cuerpo del Uno a través del cuerpo del otro…ese goce es siempre auto erótico, pero, al mismo tiempo, alo erótico".
Podríamos imaginar a Carlomagno sumido en su goce auto erótico, goce idiota, entretenido con su propio órgano y embelesado con el anillo, signo de lo que hubo y no se perdió al perder a su amada.
Sin embargo, el anillo trae toda la carga agalmática de un objeto precioso que el no esta dispuesto a ceder, aunque eso represente la muerte en vida. La bolsa o la vida…el anillo o la vida. No hay vida sin anillo para el emperador.
Carlomagno responde a la interpretación que hace JAM en el Hueso, sobre esta forma de goce masculino, cuando dice:"…que el goce del hombre tiene algo de limitado, circunscrito, localizado y de contabilizable. Esa estructura del goce se reencuentra impuesta a la pareja-síntoma".
Podemos decir que, el fetiche encarnado en el anillo cumple una función de protección contra la angustia de castración. Vinculada, tal como se la define en el SIV, con la percepción de la ausencia del pene de la madre y en la negación de esa ausencia.
El anillo es entonces una forma de complemento con respecto a aquello que se presenta como un agujero. Obturador de esa falta, velo que posibilita hacer existir y eternizar la relación que no hay.
Diferencia radical con lo que Lacan plantea en el S XVI, y que presentó Mauricio Tarrab en uno de sus testimonios para dar cuenta del fin del análisis, al decir del destino del objeto: "hay un anillo de ese hueco, de ese vacío que esta en el centro de su ser. No hay prójimo sino ese hueco mismo que esta en ti, el vacío de si mismo". Agrego, saber hacer con.
No es el caso de nuestro emperador.
¿Podríamos ubicar a Carlomagno como un sujeto de nuestra civilización, sentado a orillas del río escuchando música en un I-pod y pensando en que parte del cuerpo hacerse un piercing con el anillo?
No lo creo, ya que el encanto del anillo me hace suponer que es un objeto que, por su brillo singular, no es sustituible por ningún otro. De ahí su carácter de objeto único, el cual no esta, bajo ningún concepto, dispuesto a ceder.
Julio, 2007



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